Vivimos bombardeados de estímulos. Tenemos en nuestros bolsillos una puerta de entrada a todas las formas de entretenimiento jamás creadas. En cualquier momento podemos ver la serie de moda en Netflix, escuchar un nuevo disco en Spotify, jugar Mr Bet Casino en alguna página de casino, conectar con nuestros amigos en Instagram o reír un rato en TikTok.
Si a este inacabable abanico de opciones de entretenimiento le sumas las responsabilidades laborales y sociales no es sorpresa que muchos nos sintamos abrumados. En el afán por mantenernos al día corremos el riesgo de extender nuestra atención hasta el punto en que ya hemos experimentado tantas cosas que ya nada nos emociona.
Incapaces de sentir
La mente humana es infinitamente adaptable. Esta cualidad nos ha permitido sobrevivir durante milenios, pero puede tener consecuencias negativas. Una manera en la que nos adaptamos es acostumbrándonos o desensibilizándonos a las experiencias que vivimos. Al exponernos repetidas veces a un estímulo lo comenzaremos a sentir con menor intensidad.
El consumo vertiginoso y generalizado de contenido estimulante puede terminar atrofiando nuestra capacidad de sentir. Esto puede tener consecuencias dañinas para nuestra tranquilidad y salud mental. Una manera de evitar los riesgos asociados a la desensibilización es abrazar nuestra vulnerabilidad.
¿Qué es la vulnerabilidad?
Cuando hablamos de vulnerabilidad emocional nos referimos a la capacidad de vernos afectados por alguna emoción. Esto no se queda simplemente en sentir, sino en reconocer que lo hacemos abiertamente, sin vergüenza ni miedo. Ser vulnerable es tener el coraje de aceptar y expresar lo que estamos sintiendo (Wikipedia, 2023).
El concepto de vulnerabilidad es particularmente pertinente en relación a las emociones “negativas”, ya que son estas las que con frecuencia buscamos disminuir o ignorar. Realmente esta disposición a recibir con los brazos abiertos los vaivenes emocionales abarca todo el espectro de las sensaciones humanas.
Quien es vulnerable vive con mayor intensidad las tristezas, las frustraciones y el miedo, pero también la alegría, la gratitud y la pasión. La vulnerabilidad no solo es una herramienta necesaria para vivir a plenitud, también es esencial para la regulación y el bienestar de nuestra salud mental.
La importancia de la vulnerabilidad
Los humanos somos capaces de sentir una amplia variedad de emociones que con frecuencia se entrelazan entre sí de manera compleja. Aprender a manejar lo que sentimos con inteligencia y sabiduría nos permite relacionarnos de manera efectiva con nuestros iguales y poder lograr nuestras metas personales.
La vulnerabilidad es un requisito indispensable para el desarrollo de esta inteligencia emocional. El primer paso para lidiar con nuestros sentimientos es saber reconocerlos. La persona vulnerable es capaz de identificar lo que siente y articularlo de manera honesta, sin esconderse detrás de excusas o racionalizaciones.
Tragarnos lo que sentimos puede tener graves consecuencias a largo plazo. Estudios han demostrado que reprimir las emociones negativas empeora los síntomas de la ansiedad y la depresión. Incluso puede manifestarse de forma fisiológica, incrementando el riesgo de desarrollar degeneraciones cognitivas o enfermedades cardiovasculares (The Washington Post, 2022).
Huyendo de las emociones
Considerando la importancia que tiene la vulnerabilidad para nuestro bienestar y salud, es lamentable que la tendencia de muchas personas sea huirle. Para muchos, ser vulnerable es algo vergonzoso y criticable. Una muestra de debilidad e inmadurez, incompatible con el mundo cruel e indiferente en el que vivimos.
Esta visión prejuiciosa no podría alejarse más de la verdad. Ser vulnerable no implica rendirse ante la adversidad ni quebrarse fácilmente ante la presión. Es simplemente reconocer cuando se siente miedo, ira, dolor o cualquier sensación negativa. Reprimir las emociones es la verdadera muestra de cobardía.
Hace falta mucho coraje para sobreponerse al miedo a ser rechazado, herido o humillado por las personas en nuestra vida y reconocer ante ellos lo que sentimos. Estos miedos son la razón que se esconde tras la reticencia a aceptar las emociones negativas.
Las estructuras sociales nos inculcan desde pequeños que debemos mostrarnos siempre fuertes y no permitir que los demás vean cuando sufrimos. La presión por mantener una fachada estoica es incluso más fuerte para los hombres, cuya valía es juzgada según su impasibilidad por los modelos tradicionales de masculinidad.
¿Cómo abrazar mi vulnerabilidad?
El primer paso para desarrollar una relación saludable con las emociones propias es conocer los beneficios que trae la vulnerabilidad, las consecuencias negativas de ignorarla y las imposiciones sociales que nos motivan a hacerlo. Utiliza este conocimiento para motivarte a aplicar los siguientes consejos en tu vida diaria.
- No te juzgues al sentir una emoción negativa. Estas forman parte de la experiencia humana y no te hacen débil ni menos;
- Evita desestimar lo que sientes a través de chistes o bromas irónicas;
- Expresa verbalmente cuando alguna acción o comentario te ofendió o te hizo sentir tristeza o molestia. Evitar hacerlo sembrará las bases de rencores y afectará el futuro de tus relaciones;
- Medita y reflexiona acerca de las causas de tu dolor. Este puede ser un proceso incómodo, pero te ayudará a identificar los asuntos que debes trabajar para crecer. Llevar un diario en el que plasmes tus impresiones del día puede ayudarte;
- Practica la empatía y escucha con atención a los demás cuando expresen sus emociones. Si tus seres queridos perciben que pueden hablar contigo sin ser juzgados construirás la confianza mutua necesaria para que ambos puedan permitirse ser vulnerables. Esto garantizará la salud a largo plazo de tus relaciones.